sábado, 5 de marzo de 2011

Vayámonos de viaje, solas mi cerveza y yo.



Añora y piensa. Echa de menos y piensa. Extraña y piensa.
Siempre lo mismo.
Un viaje solitario, a una tierra desconocida, pues aquella que aprecia, ya no está dentro de sus opciones. Ya no saltará con canguros, porque de hacerlo tendría que ser acompañada, y su acompañante prefiere conocer mundo sólo.

Quiere sentarse en la arena, de alguna playa recóndita, y esperar mientras sube la marea, que alguien lea las palabras de auxilio que ha trazado en la arena. Mientras tanto, sólo quedan horas, días, meses...y cerveza.
Los viernes en ese lugar son sombríos, absurdos y lentos.
Hace poco tiempo, pasó por su lado, al menos tres veces, y ni siquiera levantó la cabeza. Y las olas, arriba y abajo, y los sentimientos igualmente en una balanza desequilibrada.

Y lo que le gustaría saber es cuanto tiempo pasará hasta poder volver. Porque no hay barcos, ni aviones, y tampoco sabe construir balsas. Es más, no tiene nociones de capitán como para navegar hasta puerto seguro.

2 comentarios: