domingo, 20 de marzo de 2011

Trenzar....y destrenzar.



Era una trenza. 
Una trenza imperfecta pero bonita desde su comienzo hasta lo que sería su fin.
Como un desierto y sus ondas, diferentes pero a la vez componentes de un todo.
Las huellas que deja el viento en cualquiera de sus intensidades, quedan marcadas en dicho desierto, y también en las trenzas. Quedan cabellos sueltos, que les dan el toque. Lo bonito, lo sencillo.
Pero hay momentos, en los que alguien decide crear un huracán, un torbellino de arena, y descomponer lo que con tanto afán la naturaleza había hecho bello. O bien opta por quitar el coletero a la trenza y conseguir que se deshaga.
Es entonces, cuando tus esquemas se rompen.
A mi me gustaba nuestro desierto, y también las tres trenzas que quería hacer con tu barba.

sábado, 5 de marzo de 2011

Vayámonos de viaje, solas mi cerveza y yo.



Añora y piensa. Echa de menos y piensa. Extraña y piensa.
Siempre lo mismo.
Un viaje solitario, a una tierra desconocida, pues aquella que aprecia, ya no está dentro de sus opciones. Ya no saltará con canguros, porque de hacerlo tendría que ser acompañada, y su acompañante prefiere conocer mundo sólo.

Quiere sentarse en la arena, de alguna playa recóndita, y esperar mientras sube la marea, que alguien lea las palabras de auxilio que ha trazado en la arena. Mientras tanto, sólo quedan horas, días, meses...y cerveza.
Los viernes en ese lugar son sombríos, absurdos y lentos.
Hace poco tiempo, pasó por su lado, al menos tres veces, y ni siquiera levantó la cabeza. Y las olas, arriba y abajo, y los sentimientos igualmente en una balanza desequilibrada.

Y lo que le gustaría saber es cuanto tiempo pasará hasta poder volver. Porque no hay barcos, ni aviones, y tampoco sabe construir balsas. Es más, no tiene nociones de capitán como para navegar hasta puerto seguro.